Un día en la vida de Fabricio Rocha T.C.P. de una Aerolínea que opera en Dubai.

01.07.2020

Mi nombre es Fabricio Rocha, tengo 28 años y soy T.C.P. de una Aerolínea que opera en Dubai.

Nací en la ciudad de Resistencia Chaco, viví por 13 años en un barrio muy cercano al aeropuerto, lo que era en ese entonces las afueras de la ciudad. De esos años no recuerdo mayor experiencia que treparme al muro de mi casa para ver los paracaidistas pintar el cielo con sus velas de distintos colores.
Escuchaba cuando el avión "paraba" el motor como decía mi abuela. Eso me indicaba que unos tres o cuatro puntitos (así es como yo los veía) iban a salir del avión para después revelar los coloridos paracaídas. Fue el nacimiento de mi amor por el aire.

Comencé el secundario en la Escuela de Educación Técnica Aeronáutica Nro. 32 y era la segunda vez que veía un avión de cerca. Años atrás un amigo de mi madre nos había llevado a conocer un monomotor Cessna por dentro, escuchamos las comunicaciones por radio, nos contó para que servía cada interruptor y manivela, yo estaba maravillado, pero me aterrorizaba la sola idea de volar en avión.

Mi pasar por la Escuela Aeronáutica iba muy bien, faltaban pocos años para graduarme y un día como cualquier otro fuimos con amigos a un pequeño aeródromo cercano, un profesor de la escuela nos había invitado a ver su pequeño ultraliviano que había conseguido con tanto esfuerzo junto a su padre. Nunca había visto una aeronave despegar tan de cerca y luego de unos minutos de verlo surcar el cielo, y para nuestra sorpresa, nos invitaron a subir.
Ese vuelo bautismo en el ultraliviano fue un punto de inflexión para mí, no tenía miedo, y la adrenalina del ruido del motor y el viento soplando por el parabrisas abierto se sentía muy bien. Volar me hacía sentir libre, me llevaba a un lugar hermoso en mi alma, y me mostraba un paisaje desconocido. El profe tenía una mirada cómplice, él lo entendía todo...


Unos cuantos meses más tarde esa adrenalina iba a volver multiplicada en mi segundo vuelo. Algunas de las diferencias eran que esta vez iba en un avión un poco más grande, volamos mucho más alto, y bueno particularmente la mayor diferencia fue que aterrizamos sin el avión. Falté a la escuela ese día para hacer mi primer salto en paracaídas. Volvía a revivir mi infancia viendo los paños de colores adornar el cielo, pero esta vez desde otro punto de vista.
Se presentó la oportunidad de empezar el curso de paracaidismo, pude hacer 5 saltos, pero por cuestiones de licencias y demás situaciones no pude seguir.

En el 2011 decidí empezar el curso de piloto privado. Mis alas, un Cessna 150. Era mi época dorada. Si no estaba saltando de aviones, estaba aprendiendo a volarlos, y si no estaba en el aire, estaba mirando al cielo haciendo mis prácticas de observador meteorológico. Con el paracaidismo en standby, seguí volando hasta conseguir la licencia de piloto privado.

Pasaba el tiempo y se hacía más difícil poder pagar las horas de vuelo.
Conseguí trabajo en la escuela donde me había formado, empezaba mi carrera como docente haciendo suplencias y cubriendo algunas horas. Comencé el profesorado de inglés para perfeccionar el idioma y contribuir con mi crecimiento en la enseñanza. Disfrutaba la docencia y mejoraba en mi práctica, tenía la ventaja de poder aplicar lo que aprendía en el instituto directamente en el aula al día siguiente. En poco tiempo y con mucha suerte de mi lado comencé a acumular muchas horas de trabajo.
Al poco tiempo de graduarme me encontraba enseñando inglés en el en curso de T.C.P. y D.A. en resistencia.
En mi segundo año como docente en el instituto de formación profesional aeronáutica en el que yo había estudiado años atrás, invité a una disertante, ex tripulante de Emirates, a dar una charla.
El evento fue un éxito, las preguntas y las anécdotas inundaban la clase. Los estudiantes estaban muy contentos. Mi cabeza daba vueltas y vueltas... Y pensaba ¿Qué tal si yo pudiese vivir todas esas experiencias y aventuras? Con la guía de mi amiga que tenía mucha experiencia en Emirates, y con una nueva menta en mente, me preparé para hacer la entrevista y me aventuré a Buenos Aires al Open Day de Emirates. Mis expectativas y mis sueños se encontraron con la dura realidad del fracaso. Volví a Resistencia derrotado y decepcionado, a esas alturas se había vuelto algo personal.

El hecho de no haber cumplido mi cometido la primera vez que fui a la entrevista me daba un poco de dudas a la hora de intentar de nuevo. Pero me preparé un largo tiempo y luego de mucho pensarlo, tomé la decisión de ir por una nueva chance. Volé a Córdoba en el que fue mi primer vuelo en un avión de líneas aéreas. Yo miraba atento a la sobrecargo mientras me servía un vaso de gaseosa, tratando de captar todos los detalles del momento.

Al día siguiente, fue el Open Day, uno de los procesos más largos de selección que había visto. Se nos asignaba un número y presentábamos nuestro currículo. Se evaluaba en distintas etapas y al final de cada una, se exponían los números de los seleccionados.

Después de varias etapas y a casi 13 horas de haber llegado, se nos presenta la hoja con el resultado final, me daba terror mirar el papel con unos pocos números escritos en él, pero tomé coraje, me acerqué y ahí estaba; el 162 casi en el medio de la lista, ¡¡¡fui seleccionado!!!

La fase más difícil estaba hecha pero aún no terminaba. Siguieron algunos exámenes on-line más sencillos y una entrevista virtual que terminaba con un "Te contactaremos en unas semanas para tomar una decisión".

La espera se hacía larga y la ansiedad se iba haciendo notar. Una semana después llaman a 2 de las seleccionadas para darles la buena noticia. Ambas eran del mismo grupo que yo en el Open Day. Me invadió una ansiedad extrema porque yo no había sido contactado junto con ellas, pero el malestar me duró hasta el día siguiente a las 5 de la mañana. Un 2 de mayo, exactamente a un año de la fecha en que estoy escribiendo esto, recibía mi Golden Call y un mes más tarde llegaba a Dubai para vivir un sueño impensado.
La sensación que sentí al ser elegido fue increíble, sentía que tuve el poder de cambiar mi historia. No podía dejar de imaginar todas las experiencias que me esperaban en el camino, las maravillas que podría conocer y las lecciones que iba a aprender.

Hoy en día mis objetivos siguen siendo los mismos, crecer personal y profesionalmente, conocer el mundo, su gente y su historia, vivir nuevas experiencias y reanudar viejos proyectos que no pude materializar, y perseguir la felicidad.
Lograr nuestras metas no es una suma de éxitos, sino una suma de derrotas que se vuelven una enseñanza, y que nos permiten mejorar y aprender de nuestros errores y de nuestros aciertos.


En palabras de Elon Musk "fallar es una opción. Si las cosas no están fallando, no estas innovando lo suficiente."
No dejemos que el fracaso sea razón de abandono sino por el contrario, dejemos que nos defina como personas resilientes. Persona que, a pesar de los golpes y las caídas, siguen avanzando por sus sueños, porque la primera acción después de caer es levantarse.